María Reina de Cielo y Tierra

Todos sabemos que Cristo, el segundo Adán, es el Rey de los Cielos. Pero si el segundo Adán es el Rey de los Cielos, entonces es natural que la segunda Eva, sea también la Reina del Cielo.


Hay otros aspectos de la realeza de María podríamos poner de manifiesto.
Por ejemplo, el hecho de que Cristo es Rey, y María que es su madre, significa que es la reina-madre del Rey, por lo tanto es la Reina.
En el Antiguo Testamento un Rey podía tener muchas esposas, pero sólo tiene una madre.
La madre del rey era a menudo la Reina.
De modo que si Jesús es Rey, entonces María es Reina, sin embargo significa que no tiene autoridad alguna sobre sus decisiones, salvo un susurro en la oreja ("Y como faltaba vino, la madre de Jesús le dijo: «No tienen vino»" - Jn 2:3). Así que llamar a María como Reina no disminuye en lo más mínimo la autoridad del Rey (Jesús), como consideran los protestantes y algunos católicos creen pero no dicen en voz alta.


El Apocalipsis 12: 1-5 dice: Un gran signo apareció en el cielo: una Mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza; está encinta, y grita con los dolores del parto y con el tormento de dar a luz.

Y apareció otro signo en el cielo: un gran Dragón rojo, con siete cabezas y diez cuernos, y sobre sus cabezas siete diademas. Su cola arrastra la tercera parte de las estrellas del cielo y las precipitó sobre la tierra.
El Dragón se detuvo delante de la Mujer que iba a dar a luz, para devorar a su Hijo en cuanto lo diera a luz. La Mujer dio a luz un Hijo varón, el que ha de regir a todas las naciones con cetro de hierro.

Y su hijo fue arrebatado hasta Dios y hasta su trono. Jesús sólo tenía una madre y este pasaje está hablando de la mujer que dio a luz al Salvador. Ella tiene una corona. El pasaje también muestra claramente a María como un participante activo en la guerra contra el diablo. El pasaje presenta a Jesús en su trono que le corresponde.

Juan Pablo II, el 23 de julio del 1997, habló sobre la Virgen como Reina del universo.
Recordó que a partir del siglo V, casi en el mismo período en que el Concilio de Éfeso proclama a la Virgen 'Madre de Dios', se comienza a atribuir a María el título de Reina.
El pueblo cristiano, con este ulterior reconocimiento de su dignidad excelsa, quiere situarla por encima de todas las criaturas, exaltando su papel y su importancia en la vida de cada persona y del mundo entero.

Como quiera que plugo a Dios no manifestar solemnemente el sacramento de la salvación humana antes de derramar el Espíritu prometido por Cristo, vemos a los Apóstoles antes del día de Pentecostés "perseverar unánimemente en la oración con las mujeres, y María la Madre de Jesús y los hermanos de éste" . Y a María implorando con sus ruegos el don del Espíritu Santo, quien ya la había cubierto con su sombra en la Anunciación.

Finalmente, la Virgen Inmaculada, preservada inmune de toda mancha de culpa original, terminado el curso de la vida terrena, en alma y cuerpo fue asunta a la gloria celestial y enaltecida por el Señor como Reina del Universo, para que se asemejara más plenamente a su Hijo, Señor de los que dominan y vencedor del pecado y de la muerte.

Al concluir la Catequesis "María Reina del Universo" (23-7-1997), enseñaba:
Se puede concluir que la Asunción no sólo favorece la plena comunión de María con Cristo, sino también con cada uno de nosotros: está junto a nosotros, porque su estado glorioso le permite seguirnos en nuestro itinerario terreno diario.
Por tanto, en vez de crear distancia entre nosotros y ella, el estado glorioso de María suscita una cercanía continua y solícita. Ella conoce todo lo que sucede en nuestra existencia, y nos sostiene con amor materno en las pruebas de la vida.
Elevada a la gloria celestial, María se dedica totalmente a la obra de la salvación, para comunicar a todo hombre la felicidad que le fue concedida.
Es una Reina que da todo lo que posee, compartiendo, sobre todo, la vida y el amor de Cristo.

En su Carta Apostólica Marialis cultus Pablo VI subrayaba el vínculo profundo que existe entre la Asunción y la Coronación de la Virgen, con estas palabras:
La solemnidad de la Asunción se prolonga jubilosamente en la celebración de la fiesta de la Realeza de María, que tiene lugar ocho días después.

Y en la que se contempla a Aquella que, sentada junto al Rey de los siglos, resplandece como Reina e intercede como Madre. (Marialis cultus, 6)
En el Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen, San Luis María Grignion de Montfort escribió: María es la Reina del cielo y de la tierra, por gracia, como Cristo es su Rey por naturaleza y por conquista.
Ahora bien, así como el reino de Jesucristo consiste principalmente en el corazón o interior del hombre, según estas palabras: "El reino de Dios está en medio de ustedes", del mismo modo, el reino de la Virgen María está principalmente en el interior del hombre, es decir, en su alma.

Ella es glorificada sobre todo en las almas juntamente con su Hijo más que en todas las creaturas visibles, de modo que podemos llamarla con los Santos: Reina de los corazones.... (punto 38)


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